En
este 8 de Marzo tenemos doble motivo para manifestar nuestro más rotundo
rechazo a la situación actual: la crisis económica motivada por los mercados
financieros, que lentamente pero con rotundidad están generando un gran
desequilibrio entre clases sociales y que se ceba fundamentalmente en mujeres y
jóvenes y en el recorte de conquistas sociales, materiales e institucionales ya
iniciadas en el gobierno anterior y que el PP está implantado a nivel del
Estado Español y en aquellas autonomías en las que gobierna.
La
anunciada reforma de la Ley de Interrupción voluntaria del embarazo, a los
supuestos del 85 y al permiso paterno para las jóvenes, nos retrotrae a las
mujeres adultas a los momentos de la transición política considerándonos como
seres incapaces para decidir sobre nuestro presente y futuro y, a las mujeres
jóvenes les niega la posibilidad de decisión sobre sus propias vidas.
Si
por sí misma la llamada “ley de dependencia”, tenía un enfoque sexista al incentivar a las mujeres a relegarse a las
tareas del cuidado, la decisión de no continuar financiándola, significa que
además los pocos resortes de alivio que ofrecía dicha ley, ahora se ven
ahogados por la falta de presupuesto. La consecuencia de esta situación será
una más rápida involución hacia los viejos roles patriarcales.
En
lugar de tomar las medidas para que se den las condiciones efectivas para la
integración total de las mujeres en el mercado laboral con plenos derechos,
tanto salariales como profesionales, el PP vuelve a la carga con reformas laborales
y con anuncios de reformas que aumentarán el desempleo y la feminización de la
pobreza.
Las
ya retrógradas anteriores reformas del sistema de pensiones, marcadas por el
sexismo más alarmante, además de desfavorecer a los sectores ya de por sí más
vilipendiados económicamente por la extinción del precario “estado de
bienestar”, traerá consigo aún mayor número de mujeres mayores en la absoluta
pobreza.
La
extensión de la xenofobia en la sociedad, debido a las modificaciones cada vez
más retrógradas de las leyes de inmigración y la trasmisión de valores
racistas, afectan con mayor rigor a las mujeres inmigrantes, más desprotegidas.
La
conciliación entre la vida laboral y familiar igualmente sigue siendo, una
expectativa. Los hombres siguen sin compartir equitativamente las cargas
familiares y las tareas domésticas. Porque para que esto ocurra, no es sólo
necesario leyes que lo regulen, sino también, y mucho más importante, crear una
conciencia social de igualdad que transforme la cultura patriarcal y sexista
que aún existe.
Hay que
mostrar verdaderamente la voluntad de poner las bases reales, para que la
igualdad de las mujeres sea un hecho y no una mera aspiración con una serie de
medidas destinadas a una transformación real de nuestra sociedad, donde las
mujeres seamos ciudadanas en plenitud de derechos.

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